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Educar sin Estrés en Vacaciones

Para los padres, el verano es el mayor reto de paciencia y de comprensión de todo el año. El paso de las clases a la playa, la
piscina o el pueblo, sin apenas continuidad, rompe la dinámica educativa del período lectivo. El aumento de actividades
lúdicas para los menores suele llevar a una paralización de la educación familiar y social.

Os invito a reflexionar en tres puntos fundamentales, claves para una adecuada y exitosa educación que puede
proporcionarnos una cariñosa y satisfactoria relación con nuestros hijos.

¿Por qué no empezar en vacaciones?

1. PENSEMOS MÁS EN LA PREVENCIÓN QUE EN LOS CASTIGOS

Conocer los sentimientos de nuestro hijo y ayudarle a expresarlos no es tarea fácil. Tal vez pensemos que por el hecho de
ser padres estamos dotados de una especie de don que nos facilita la expresión y comprensión de sentimientos en la
relación con nuestros hijos, porque amamos a nuestro hijo y él nos ama. Y que esto es suficiente para iniciar a nuestro hijo
en el arte de sentir y comprender lo que siente, sin reparar en los medios, las formas o las palabras que vamos a emplear
para ello.

Observar a nuestro hijo e intentar entenderlo facilita la mejor forma de llegar hasta a él de la manera más adecuada y
utilizando también las palabras más efectivas.

De esta forma estaremos más centrados en la calidad de nuestra relación con nuestros hijos y no en la represión o
castigos para inculcarles lo que resulta importante para nosotros. Lo que está bien y lo que está mal.

2. UTILIZAR LENGUAJE POSITIVO Y ADECUADO

Los niños se convierten en lo que escuchan. Es muy importante estar atentos a lo que decimos la palabra tiene mucho poder y puede afectar a la vida de nuestros hijos.

Cada palabra o frase que se le dice a un niño conlleva un mensaje subyacente acerca del niño y su relación con el mundo.

Una vez que nuestro hijo asuma este mensaje, este pasa a ser una creencia que afectará a todos los aspectos de su vida.

Un niño considera a sus padres como las personas que lo saben todo y cuyas palabras son verdades indiscutibles.

En Estados Unidos, muchos presos recuerdan que una de las primeras frases que escucharon de sus padres era: “terminarás en la cárcel”.

Las afirmaciones pueden ayudar a los niños a ser más optimistas respecto a su futuro y a atenuar su sensación de malestar interno y baja autoestima.

Es fundamental para la salud mental de nuestros hijos ser aceptados tal y como son.

Debemos de tener en cuenta que, en ocasiones, las mejores palabras son las que no se dicen. Asentir con la cabeza, o con expresiones cortas y neutras del tipo: ¡vaya! ¡hum! ¡ajá! Le dará a nuestro hijo el espacio que necesita para expresarse sin sentirse juzgado, pudiendo a la vez pensar en voz alta y buscar sus propias soluciones. Este tipo de diálogo nos permitirá a nosotros escucharle, intentar comprenderle más allá de las palabras.

El niño que se siente bien, normalmente se porta bien. Sentirse comprendido y aceptado por los padres es requisito previo para aceptarse a sí mismo, y la aceptación de uno mismo es, a su vez, requisito previo para el bienestar interior.

3. FUNDAMENTAL ESCUCHAR A NUESTROS HIJOS

¿Escuchamos a nuestros hijos?, seguramente podemos pensar que sí, ahora bien, ¿escuchamos realmente lo que nos? quieren decir? O interpretamos a nuestra manera las palabras que nos dicen sin entrar en el fondo de lo que realmente piensan o sienten.

Muchas veces empezamos mandando, riñendo, suponiendo y no dejamos mucho tiempo para que nos contesten: “Ya has hecho" "va venga ahora no" que no ves que hacemos tarde""espabila que encontramos caravana en la carretera" etc.

Son muchos los de frase que dejan a nuestros hijos un poco fuera de juego. Todos estos inicios no solo cortan la posibilidad de hablar en ese momento, si no que da una imagen a nuestros hijos, de “personas con prisas”, de no tener tiempo, de tener cosas importantes que hacer y que no favorecen, que crean, que los podamos escuchar.

Escuchar requiere un cierto tiempo. Escuchar pide que nos pongamos en su lugar para poder comprender lo que hace, lo que nos está intentando decir con su comportamiento y con sus palabras, antes de reñirle y contestar.

Escuchar quiere decir también que tienen el derecho a discrepar, por tanto, los niños y especialmente los adolescentes tienen ese derecho, a mostrar desacuerdo y que no les gusta lo que les proponemos. La manera de manifestarlo es diversa: con rabia, llorando, mala cara, negativismo...etc. Delante de estas reacciones, a las que sin duda tienen derecho, habrá que encontrar la distancia prudencial para que, con afecto, mostrar que no entramos en la espiral del debate.

De esta manera, escuchándolos y comprendiéndolos, estamos abriendo el camino para la comunicación de una manera positiva y estable.

Desde el punto de vista educativo, entre padres e hijos no hay simetría. Los adultos tienen mayor información y madurez que sus hijos, y la responsabilidad educativa no se puede compartir con ellos.

Estrategias concretas:

-Elogiar los éxitos de nuestros hijos (aunque sean pequeñas cosas). Sobre todo cuando se esfuerzan en hacerlo.
-Es mejor decirles que cosas han de hacer en lugar de lo que no han de hacer.

-Escuchar a nuestros hijos significa comprender lo que realmente nos quieren decir. No hay que buscar momentos solemnes para hablar si no aprovechar los pequeños momentos.

-Dejarles claro que los errores son algo natural del crecimiento. Los adultos también nos equivocamos.

-Cuando nuestro hijo o hija se porta mal, es importante separar la mala conducta de su personalidad. Por ejemplo, “no me gusta que dejes los juguetes en el suelo porque sé que tú sabes ponerlos en su sitio”.

-Estar pendientes y agradecerles cuando cooperan con nosotros, cuando se expresan de buena manera. Cuando obedecen y cuando reaccionan de forma positiva. Agradecer con muestras de cariño y palabras tiernas es la mejor respuesta.

Recordar que se necesita tiempo y práctica para aprender nuevas maneras. Los niños necesitan un tiempo para incorporar conductas deseadas.